Durante toda mi trayectoria profesional como fotógrafo de bodas he querido poder salir de Santander, o de Cantabria, para hacer reportajes de boda a mis parejas. Pues con ellos he cumplido un sueño mucho mayor, que es poder salir de España para realizar un reportaje que me ha marcado mucho.

Hoy os quiero contar una historia, de esas que no dejan indiferente a nadie. Nuestros protagonistas se llaman Carolina y Pablo, una pareja que me conocieron a través de una prima de él a quien tuve el placer de hacer el reportaje de su boda. Cuando vinieron a verme los tres supimos que nos veríamos las caras el día de su boda, la confianza fue tan alta desde el primer momento que hablamos de todo ese día, de todo menos de su boda, que era lo más importante.

Recuerdo perfectamente a Pablo narrando su pedida de mano en Roma, como se dibujaban las sonrisas en cada una de sus caras cuando lo recordaban. Fue en ese momento en el que lance una de mis ideas locas… «¿No habéis pensado en hacer el reportaje en Roma?» las caras de ambos fueron un poema. Pablo puso cara de circunstancia, pero a Carol se ilumino igual que se le ilumina a un niño cuando le vas a dar un caramelo. En ese momento los tres supimos que parte de esta historia se iba a cerrar en la capital de Italia.

Sin duda alguna su boda es una de las que siempre llevare conmigo, creo que ha marcado un antes y un después en mi forma de ver las bodas, mi forma de fotografiar, el trato con la gente… en definitiva, en todo. No solo por como me he sentido con ellos y con sus invitados, que debo decir que el trato fue excepcional, si no por lo que os voy a contar a continuación.

Se casaron en el Villa Amelia, que para quien no lo sepa esta en Cantabria, más concretamente en Soto Iruz. Desarrollándose todo allí, desde los preparativos como es vestirse los novios y los invitados, pasando por la ceremonia y lunch hasta la fiesta.

Su boda fue preparada con mucho mimo, todo estuvo cuidado, hasta el más mínimo detalle sin dejar nada a la imaginación o a la improvisación. De ahí que para todos nosotros fuese la gran denominada «Cuqui boda«, si es que… ellos son muy Cuquis, hasta les oí decir en varias ocasiones que yo era el «Cuqui fotógrafo«.

Una boda llena de emociones, momentos de felicidad que se demostraron con lagrimas en los ojos de todos los asistentes. Tuvimos de todo, hasta una pedida de mano con final feliz de la que pudimos ser testigos. En definitiva, un BODÓN como la copa de un pino.

Tras esta estupenda boda nos desplazamos hasta Roma, ciudad en la que Pablo pidió matrimonio a Carol. Allí hicimos una sesión de post boda, un reportaje que tanto para ellos como para mi siempre será único. Un recuerdo que dentro de unos años hará que vuelvan a aparecer esas sonrisas del día que lance aquella idea tan loca. Y es que en eso se basa esta profesión tan bonita que tenemos los fotógrafos de bodas, en crear esos recuerdos que tendréis para siempre pasen los años que pasen.

Espero que seáis muy felices, que preparéis todo en vuestra vida tan bien como lo hicisteis con la boda y que sin duda aquí tendréis algo más que un fotógrafo para lo que necesitéis.

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